lunes, 31 de marzo de 2025

Desmitificando la parusía venezolana

            En un país donde la política ha dejado de ser un ejercicio de racionalidad para convertirse en un ritual de fe, no es extraño que sus protagonistas hablen y se comporten como profetas iluminados. Venezuela, atrapada en una espiral de crisis interminables, ha convertido el mesianismo en su deporte nacional. Hoy, dos figuras encarnan esta tendencia con perverso entusiasmo: Nicolás Maduro y María Corina Machado, cada uno a su manera, vendiendo la salvación definitiva a sus respectivos fieles.

Maduro es el caricaturesco heredero de un mesianismo grotesco que nació con Hugo Chávez y degeneró en farsa circense. Se presenta como el líder indiscutible de la "revolución bolivariana", un proyecto en ruinas que sobrevive a punta de represión, propaganda y la infinita paciencia de una sociedad devastada. La ironía es que, aunque finge encarnar la voluntad popular, gobierna con una mezcla de brutalidad y miedo, aferrado al poder como un náufrago a un salvavidas de plomo.

Su discurso mesiánico es un pastiche de misticismo, socialismo de manual y populismo caribeño. Se autodenomina el protector del pueblo, el hijo legítimo del "comandante eterno" y el único capaz de evitar que el país caiga en manos del "imperio". Lo hace con la solemnidad de un sacerdote que predica en un templo en llamas, mientras su congregación, cada vez más escéptica, aguanta la respiración para ver si el techo se desploma sobre sus cabezas.

El problema de Maduro no es solo que miente, sino que su propia mitología se ha vuelto insostenible. El mesianismo exige resultados, milagros o al menos un espejismo convincente. Pero cuando el hambre sustituye a la fe y la represión reemplaza a la devoción, el profeta se convierte en un tirano que solo sobrevive por inercia.

En la otra esquina del ring mesiánico está María Corina Machado, cuya figura ha alcanzado niveles de idolatría dignos de un culto político. Para sus seguidores, no es simplemente una líder opositora, sino la única capaz de derrotar a la dictadura, restaurar la democracia y convertir a Venezuela en una potencia continental. La fe en ella no admite dudas ni grises: es la última esperanza, la única vía posible, la encarnación del coraje y la resistencia.

El problema del mesianismo de María Corina no es su discurso, sino la peligrosa convicción de que ella, por sí sola, podrá desmantelar un régimen enquistado en todas las estructuras del Estado. Su narrativa de “hasta el final” suena inspiradora, pero se estrella contra una realidad donde el chavismo no se derrumba por voluntad divina, sino por desgaste, conflictos internos o presión internacional.

El drama venezolano se parece cada vez más a una espera infinita de la parusía, ese anhelo de redención absoluta que promete la llegada de un salvador definitivo. Tanto el chavismo como la oposición han construido sus propios relatos mesiánicos, donde el fin del sufrimiento depende de la llegada de un líder providencial. Mientras unos aguardan la resurrección de la revolución en medio de su propio naufragio, otros confían en la caída inminente del régimen como si fuera un evento profetizado, inevitable e irrefutable. Pero la historia es cruel con quienes confunden la fe con la estrategia. @humbertotweets

jueves, 27 de marzo de 2025

La PUD y el eterno retorno del autoengaño electoral

            La historia se repite, primero como estrategia fallida, luego como negocio electoral. La Plataforma Unitaria Democrática (PUD), en su obstinada ingenuidad o en su cínica conveniencia, vuelve a caer en la trampa que el régimen le tiende desde hace más de dos décadas: elecciones sin condiciones, resultados sin consecuencias y derrotas predecibles que se maquillan de gestas heroicas.

Tras el fraude del 28 de julio —sí, fraude, aunque la PUD evite llamarlo así con la esperanza de una próxima cita electoral—, la dirigencia opositora se encuentra en estado de confusión estratégica. No saben si participar en las elecciones municipales y regionales que el chavismo promueve para mayo. No saben si denunciar, si pactar, si inscribirse o si retirarse. Y ese no saber no es una virtud táctica: es un síntoma crónico de subordinación política.

La indefinición de la PUD no es casual. Es resultado directo de su apuesta permanente a la negociación con quien no negocia nada que le reste poder real. Esperan concesiones electorales como si no hubieran aprendido —o como si no les importara— que el chavismo, dueño de todos los resortes institucionales, sólo concede lo que no pone en riesgo su dominio. ¿Qué esperan esta vez? ¿Una habilitación simbólica? ¿Una tarjeta prestada? ¿Un rector del CNE que parezca independiente y le lleve el maletín a Elvis Amoroso?

Mientras la cúpula de la PUD duda en Caracas, en las regiones se gesta otra dinámica: la revuelta clientelar. Gobernaciones y alcaldías entregadas a la oposición en procesos controlados por el régimen han generado un ecosistema de lealtades que no se alimenta de principios, sino de presupuestos, nóminas y prebendas. Los operadores regionales quieren elecciones no por vocación democrática, sino por continuidad presupuestaria. No disputan el poder al chavismo: se han convertido en sus satélites funcionales.

En ese contexto, el debate sobre participar o no en mayo es irrelevante si no se asume lo esencial: ninguna elección organizada bajo las reglas del régimen chavista servirá para desplazar al chavismo del poder. La estrategia electoral, tal como la entiende la PUD, está muerta. Lo que sobrevive es una simulación útil para quienes hacen de la política un modo de vida financiado desde el poder que dicen combatir.

La PUD no necesita decidir si participa o no en las elecciones de mayo. Necesita decidir si sigue existiendo como coartada del régimen o si finalmente rompe el ciclo de colaboracionismo con ropaje opositor. Hasta ahora, todo indica lo primero.- @humbertotweets

lunes, 24 de marzo de 2025

El atajo del chavismo hacia la tiranía permanente

            La nueva reforma constitucional propuesta por el chavismo para 2025 no es más que un intento de consolidar su dominio absoluto sobre Venezuela, siguiendo la vía de la dictadura cubana. Al igual que en la isla, la élite gobernante busca alterar la estructura fundamental del Estado para reemplazarla por un modelo de poder vertical, controlado desde el Ejecutivo, donde la soberanía popular se diluye en un entramado de “comunas” diseñadas para reforzar la hegemonía del partido en el poder.

Este proyecto no es nuevo. Desde la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999, el chavismo ha intentado transformar la democracia venezolana en un régimen de partido único, siguiendo el modelo de la Revolución Cubana. Sin embargo, la Constitución de 1999, aunque impregnada de ideología socialista, aún mantenía formalmente principios de separación de poderes y representación política, aunque su efectividad en los últimos años ha sido prácticamente nula. La propuesta de reforma de 2025 busca finalmente eliminar estos obstáculos para sustituir el Estado de Derecho por el Estado Comunal, una estructura que, lejos de darle poder al pueblo, lo somete a un sistema de control totalitario.

El proyecto del Estado Comunal guarda una dramática similitud con el modelo cubano de organización política. En Cuba, el Partido Comunista es la única entidad con capacidad real de decisión y poder. Las estructuras de base, los llamados "Órganos del Poder Popular", no son otra cosa que instancias controladas por el partido para legitimar sus decisiones sin que haya una verdadera pluralidad política.

El chavismo pretende replicar esto en Venezuela mediante la eliminación de los gobiernos municipales y regionales electos por voto popular, reemplazándolos con "comunas" y "consejos comunales" con un sospechoso tufo “asambleario”.. Bajo esta estructura, las instancias de poder no responderían a los ciudadanos, sino a designaciones directas del Ejecutivo, replicando la estructura piramidal del sistema cubano, donde todo poder emana de la cúpula del partido y desciende sin permitir disidencia.

Otro paralelismo clave es la sustitución de la democracia representativa por un simulacro de democracia participativa. En Cuba, el régimen justifica la ausencia de elecciones competitivas con la idea de que la "democracia popular" se ejerce a través de asambleas controladas. El chavismo intenta imponer la misma lógica: sustituir alcaldes y gobernadores electos por estructuras comunales controladas desde el PSUV, eliminando así cualquier atisbo de pluralismo político.

A pesar de las similitudes, existen diferencias marcadas entre el Estado Comunal chavista y el sistema cubano. Mientras que en Cuba el Partido Comunista logró construir una estructura de control cohesiva, en Venezuela el chavismo se enfrenta a la corrupción desbordada, el colapso institucional y la fragmentación del poder dentro del propio régimen.

En Cuba, el aparato de seguridad y represión es monolítico y eficiente. En Venezuela, aunque la represión es brutal, la estructura de poder es más caótica, con múltiples facciones dentro del chavismo compitiendo por el control de recursos y territorios. La imposición del Estado Comunal no garantiza automáticamente un dominio total del país; más bien, puede profundizar la crisis política al agravar la desconexión entre el gobierno y la sociedad.

Otro factor diferencial es el rechazo popular. En Cuba, tras décadas de adoctrinamiento y represión, gran parte de la población ha sido sometida a una resignación forzada. En Venezuela, en cambio, el chavismo enfrenta un desgaste evidente y una resistencia activa de la sociedad. La eliminación de los gobiernos locales generará un choque inevitable con sectores que, aunque no opositores, dependen del clientelismo regional para sobrevivir.

La instalación del Estado Comunal no es más que una etapa dentro del proceso de degeneración del régimen político venezolano, que comenzó con Hugo Chávez en 1999 y ha evolucionado con fluidez hacia un fascismo de nuevo tipo. A diferencia de las dictaduras militares tradicionales o del comunismo ortodoxo, el chavismo ha desarrollado un modelo híbrido donde el Estado se disuelve en redes de poder informales, el liderazgo se perpetúa a través del control absoluto de las instituciones y la represión se combina con estrategias de cooptación social.

Si el chavismo en su etapa inicial apelaba a la democracia plebiscitaria y a una retórica de justicia social para consolidar su poder, hoy se despoja de cualquier disfraz ideológico para transitar hacia un autoritarismo corporativista, donde las estructuras comunales no son más que un mecanismo de disciplina social y vigilancia política. Como en los regímenes fascistas clásicos, el chavismo busca suplantar la estructura tradicional del Estado por un sistema basado en la lealtad incondicional al líder, eliminando cualquier espacio de autonomía institucional.

El colapso económico, la crisis de legitimidad y el aislamiento internacional han obligado al chavismo a acelerar su transformación hacia un modelo de dominación totalitaria, donde el Estado Comunal actúa como la base de un sistema de control absoluto. Esta no es una simple reforma administrativa, sino el paso final hacia un régimen que no solo busca perpetuarse en el poder, sino que lo hace desmantelando por completo la posibilidad de una restauración democrática.

Venezuela no está simplemente ante una tiranía, sino ante la consolidación de un fascismo tropical, donde el poder se ejerce desde estructuras informales, la soberanía popular es sustituida por mecanismos de control vertical y la represión política se justifica con una retórica de guerra permanente. El Estado Comunal es solo la fase más reciente de este proceso de degeneración, que no busca gobernar, sino dominar. Y en ese camino, la nación venezolana se enfrenta a la encrucijada final: resignarse o resistir.

Si la vía lógica es resistir, entonces la pregunta que corresponde es ¿y cómo? @humbertotweets

jueves, 20 de marzo de 2025

El estado comunal será la base del fascismo chavista

            El proyecto del Estado Comunal que el chavismo pretende imponer con su reforma constitucional de 2025 es la culminación de un proceso de desmantelamiento institucional iniciado por Hugo Chávez en 1999. Siguiendo el modelo de la dictadura cubana, el régimen busca reconfigurar la estructura del Estado para garantizar su perpetuidad en el poder, sustituyendo el actual régimen político por un entramado de control político diseñado para anular cualquier posibilidad de alternancia.

El concepto de Estado Comunal no es nuevo en el discurso chavista, pero su implementación definitiva representa un salto cualitativo en la degeneración del sistema político venezolano. Bajo este modelo, los gobiernos municipales y regionales electos desaparecerían, sustituidos por "consejos comunales" y "comunas" subordinadas directamente al Ejecutivo. A primera vista, este sistema podría parecer una forma de participación popular, pero en la práctica, no es más que un mecanismo de centralización absoluta del poder, donde todas las decisiones emanan de la cúpula chavista sin contrapesos reales.

Las semejanzas con el régimen castrista son evidentes. En Cuba, los llamados Órganos del Poder Popular funcionan como simples correas de transmisión del Partido Comunista, eliminando cualquier atisbo de pluralidad política. El chavismo aspira a replicar esta estructura en Venezuela, garantizando que todas las instancias de poder respondan a la línea del partido, eliminando gobernadores y alcaldes electos para consolidar un control vertical sobre la sociedad.

La estrategia es clara: sustituir la democracia representativa por un simulacro de democracia participativa donde las decisiones ya están tomadas de antemano por el aparato del régimen. No es una reforma administrativa, sino un golpe mortal contra la posibilidad de restaurar el Estado de Derecho en Venezuela.

Si bien el modelo se inspira en la dictadura cubana, el chavismo enfrenta un obstáculo fundamental: la corrupción y el caos interno de su propio régimen. En Cuba, el Partido Comunista ha logrado mantener una disciplina férrea sobre el aparato estatal. En Venezuela, en cambio, la fragmentación del poder y la lucha entre facciones dentro del chavismo hacen que la imposición del Estado Comunal no solo sea un intento de consolidación autoritaria, sino también una estrategia desesperada para recomponer el dominio del régimen sobre sus propios cuadros.

Mientras el aparato represivo cubano es monolítico y eficiente, en Venezuela el chavismo se sostiene con una mezcla de violencia desorganizada, represión selectiva y una red de lealtades clientelares que podrían resquebrajarse ante la eliminación de los gobiernos locales. La crisis económica y el rechazo popular añaden un elemento de incertidumbre que hace impredecible el desenlace de esta maniobra.

El Estado Comunal no es un simple artificio burocrático, sino el paso final de la mutación del chavismo en un fascismo de nuevo tipo. A diferencia de las dictaduras militares convencionales o los regímenes comunistas clásicos, el chavismo ha construido un modelo híbrido donde la represión convive con redes de poder informales, el Estado se disuelve en estructuras de control paralelas y el liderazgo se perpetúa mediante la eliminación de cualquier vestigio de institucionalidad democrática.

Venezuela no enfrenta solo un mal gobierno. El chavismo, lejos de buscar gobernar, pretende transformar el país en un régimen totalitario que anule toda posibilidad de cambio. Este nuevo régimen propuesto tiene todas las características del fascismo histórico que con sus matices y especificidades tendrá en el estado comunal la base para sostenerse y replicarse.- @humbertotweets

lunes, 17 de marzo de 2025

El fracaso del chavismo no es culpa de las sanciones

Desde la llegada del chavismo al poder en 1999, la industria petrolera venezolana ha experimentado un colapso sin precedentes. En ese año, Venezuela producía aproximadamente 3,1 millones de barriles diarios. Para 2025, la producción se ha desplomado a menos de 900.000 barriles diarios, una cifra comparable a la de la década de 1940. Este declive no puede atribuirse exclusivamente a las sanciones internacionales, sino a una mala gestión estructural, corrupción, falta de inversión y la politización de PDVSA, la empresa estatal de petróleo.

Uno de los eventos que marcó el deterioro de PDVSA fue el paro petrolero de 2002-2003, tras el cual el gobierno de Hugo Chávez despidió a más de 18.000 trabajadores, incluyendo a técnicos altamente capacitados, reemplazándolos con incondicionales al régimen pero sin la formación adecuada. Esto provocó un debilitamiento de la capacidad operativa y tecnológica de la empresa.

A lo largo de los años, la falta de mantenimiento y de inversión en infraestructura agravó la crisis. En lugar de reinvertir los ingresos petroleros en la industria, el chavismo utilizó PDVSA como una caja chica para financiar la demagogia, el clientelismo y la corrupción descuidando la producción y exploración. Además, la corrupción se convirtió en un problema sistémico dentro de la empresa, con desvíos de fondos millonarios y el saqueo de recursos que debían destinarse al mantenimiento de las instalaciones petroleras.

A partir de 2019, el gobierno de Donald Trump impuso sanciones económicas más estrictas contra Venezuela, afectando particularmente a la industria petrolera. Sin embargo, a pesar de las restricciones, la empresa estadounidense Chevron continuó operando en el país gracias a una licencia especial otorgada por el Departamento del Tesoro de EE.UU. conocida como Licencia 41, la cual le permitía extraer petróleo en sociedad con PDVSA bajo ciertas condiciones.

En enero de 2025, la administración de Trump suspendió la Licencia 41, eliminando así una de las pocas fuentes de inversión extranjera en la industria petrolera venezolana. Esta medida fue interpretada como un intento de presionar al régimen de Nicolás Maduro para que realizara concesiones políticas. Sin Chevron, Venezuela perdió no solo una empresa con capacidad operativa y tecnológica, sino también un vínculo que le permitía comercializar su petróleo dentro de un marco más estable.

Aunque la suspensión de la licencia tuvo un impacto en la ya deteriorada producción, es importante señalar que la industria petrolera venezolana llevaba años en crisis antes de las sanciones. El colapso de PDVSA no se debe exclusivamente a las restricciones impuestas por EE.UU., sino a una administración ineficiente, falta de mantenimiento y corrupción estructural.

El politólogo Michael Penfold ha señalado que "el colapso petrolero en Venezuela es más un problema de gobernanza que de sanciones; el daño estructural es tal que, incluso si se levantaran todas las restricciones, la industria no podría recuperarse sin una reestructuración profunda" (Inter-American Dialogue, 2023).

Mientras el chavismo permanezca en el poder, Venezuela no podrá recuperar su industria petrolera. No hay confianza de los inversionistas internacionales, la infraestructura está colapsada y la corrupción sigue siendo el mayor obstáculo para una gestión eficiente. La única vía para la recuperación sería un cambio político que permita atraer inversión extranjera, recuperar el talento técnico y reconstruir PDVSA bajo un modelo de gestión transparente y eficiente. Sin estas reformas y bajo la tiranía chavista Venezuela está condenada a ser un país petrolero sin los beneficios de la renta petrolera.- @humbertotweets

jueves, 13 de marzo de 2025

El papel de Venezuela en el tablero de Trump

            La política de Donald Trump hacia Venezuela ha estado marcada por decisiones que, aunque presentadas como esfuerzos para promover la democracia, parecen alinearse más estrechamente con los intereses estratégicos y económicos de Estados Unidos. Un ejemplo reciente es la cancelación de la licencia que permitía a Chevron operar en Venezuela, una medida que, según el presidente, busca presionar al régimen de Nicolás Maduro para celebrar elecciones libres.

Sin embargo, esta acción también puede interpretarse como un intento de limitar la influencia de actores extranjeros en el sector petrolero venezolano, protegiendo así los intereses energéticos estadounidenses. ​

La suspensión de las operaciones de Chevron podría reducir la producción diaria de petróleo de Venezuela de 900.000 barriles a menos de 500.000, exacerbando la crisis económica del país. Esta disminución no solo afecta al gobierno de Maduro, sino que también abre la puerta para que empresas chinas y rusas aumenten su presencia en el sector energético venezolano, algo que Estados Unidos busca evitar. ​

Además, la administración Trump ha utilizado la narrativa de amenazas de seguridad para justificar su postura hacia Venezuela. Durante su campaña, Trump destacó la presencia de la banda criminal venezolana "Tren de Aragua" como un argumento para reforzar sus políticas de inmigración y seguridad nacional, vinculando la situación interna de Venezuela con los intereses de seguridad de Estados Unidos. ​

El politólogo internacional Michael Shifter ha señalado que las políticas de Trump hacia Venezuela están más orientadas a satisfacer intereses geopolíticos y económicos de Estados Unidos que a promover un cambio democrático en el país sudamericano. Shifter argumenta que, aunque la retórica oficial se centra en la restauración de la democracia, las acciones concretas, como las sanciones petroleras, buscan asegurar el control estadounidense sobre los recursos energéticos y limitar la influencia de rivales estratégicos en la región.​

Las políticas de Donald Trump hacia Venezuela parecen estar más alineadas con la protección y promoción de los intereses estratégicos y económicos de Estados Unidos que con un compromiso genuino con la democratización del país. No está claro que  estas acciones puedan debilitar al régimen de Maduro. Lo que sí resulta evidente es que están profundamente influenciadas por consideraciones geopolíticas que benefician a Estados Unidos.- @humbertotweets

lunes, 10 de marzo de 2025

Trump buscaría neutralizar a Rusia frente a Venezuela

            La política de la administración de Donald Trump hacia Venezuela ha estado marcada por una estrategia de "máxima presión" destinada a debilitar al régimen de Nicolás Maduro y promover un cambio político en el país. Esta estrategia se ha centrado en la implementación de sanciones económicas, la revocación de licencias a empresas estadounidenses que operan en Venezuela y esfuerzos por aislar al gobierno de Maduro en el ámbito internacional.​

Una de las medidas más significativas adoptadas por la administración Trump fue la revocación de la licencia que permitía a Chevron operar en Venezuela. Esta decisión obligó a la empresa a cesar sus operaciones en el país en un plazo de 30 días, eliminando una fuente clave de ingresos para el régimen de Maduro. La medida buscaba aumentar la presión económica sobre el gobierno venezolano, reduciendo su capacidad para financiarse y operar en los mercados internacionales.

Además, la administración Trump ha implementado sanciones dirigidas a sectores estratégicos de la economía venezolana, incluyendo el petróleo, el oro y el sector financiero. Estas sanciones han tenido como objetivo restringir las fuentes de ingresos del gobierno de Maduro y limitar su capacidad para mantenerse en el poder. ​

La estrategia de la administración Trump también ha incluido esfuerzos para aislar diplomáticamente al régimen de Maduro. Un aspecto relevante en este contexto es la relación de Venezuela con Rusia, uno de sus principales aliados internacionales. La posibilidad de un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania podría tener implicaciones significativas para Venezuela. Si Rusia decide reorientar sus recursos y atención hacia la reconstrucción postconflicto y la normalización de relaciones con Occidente, es posible que reduzca su apoyo al régimen de Maduro. Esto podría debilitar aún más al gobierno venezolano y abrir oportunidades para un cambio político en el país.​

Las medidas adoptadas por la administración Trump han tenido un impacto notable en la economía venezolana y en la estabilidad del régimen de Maduro. La reducción de ingresos por exportaciones de petróleo, sumada a las dificultades para acceder a los mercados financieros internacionales, ha exacerbado la crisis económica en el país. Sin embargo, a pesar de estas presiones, el gobierno de Maduro ha logrado mantenerse en el poder, apoyado en parte por el control de las fuerzas armadas y el respaldo de aliados internacionales como Rusia y China.​

La efectividad de la estrategia de "máxima presión" de la administración Trump para lograr un cambio político en Venezuela sigue siendo objeto de debate. Mientras algunos analistas argumentan que el aumento de la presión económica y diplomática podría eventualmente forzar una transición, otros señalan que estas medidas han tenido un impacto limitado en la estructura de poder interna de Venezuela.

La posibilidad de un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania añade una variable adicional al escenario. Si Rusia disminuye su apoyo al régimen de Maduro, esto podría debilitar significativamente al gobierno venezolano y abrir la puerta a negociaciones para una transición política o hasta una rebelión interna. Sin embargo, este es un escenario hipotético y su realización dependerá de múltiples factores en el ámbito internacional.- @humbertotweets

jueves, 6 de marzo de 2025

Guyana se beneficia de la crisis política en Venezuela

            La disputa territorial entre Venezuela y Guyana sobre el Esequibo ha alcanzado un punto crítico con la intervención de la Corte Internacional de Justicia (CIJ). Para Venezuela, la judicialización del conflicto representa una derrota en sí misma, ya que aleja la resolución de la controversia del Acuerdo de Ginebra de 1966, el único mecanismo que reconocía su reclamo histórico sobre el territorio. En cambio, para Guyana, este escenario abre una ventana de oportunidad, no solo porque la CIJ tiende a favorecer el statu quo territorial, sino porque la geopolítica actual le otorga una ventaja significativa.

En términos estratégicos, Guyana cuenta con el respaldo de potencias como Estados Unidos y el Reino Unido, además del apoyo de actores regionales que tradicionalmente han mantenido buenas relaciones con Venezuela, como Brasil, Cuba y los países del CARICOM. Este alineamiento se explica en gran parte por el creciente interés económico en los yacimientos petroleros descubiertos en aguas guyanesas, los cuales han convertido a Guyana en un actor clave dentro del mercado energético global. En contraste, el régimen venezolano enfrenta un aislamiento internacional pronunciado, con sanciones económicas y un deterioro progresivo de sus capacidades diplomáticas y militares.

Un episodio reciente ejemplifica la creciente presión sobre Venezuela: la denuncia de Guyana respecto a la supuesta incursión de un barco militar venezolano en sus aguas territoriales. Aunque Caracas argumenta que la embarcación navegaba en aguas proyectadas por su plataforma continental en reclamación, el incidente ha sido utilizado para reforzar la narrativa de Guyana ante la comunidad internacional, retratando a Venezuela como un actor agresivo que pone en riesgo la estabilidad regional. La reacción inmediata de Estados Unidos y el CARICOM en respaldo a Guyana refuerza la percepción de que cualquier escalada del conflicto jugaría en contra de Venezuela.

El politólogo Michael Shifter, expresidente del Inter-American Dialogue, ha señalado que el aislamiento internacional de Venezuela y su crisis interna debilitan su capacidad de defender el Esequibo de manera efectiva. Según Shifter, “en un entorno en el que Venezuela está políticamente fragmentada y económicamente colapsada, su margen de maniobra para resistir la presión internacional es mínimo” (Shifter, 2023). Esta debilidad estructural hace que Guyana tenga más posibilidades de consolidar su control sobre el territorio en disputa, ya sea a través de un fallo favorable de la CIJ o mediante el fortalecimiento de alianzas militares que disuadan cualquier intento de Venezuela por hacer valer su reclamo mediante la fuerza.

La crisis política y económica venezolana, combinada con su aislamiento diplomático, coloca a Guyana en una posición privilegiada para avanzar en su estrategia de consolidar el control total sobre el Esequibo. La intervención de la CIJ, lejos de representar un espacio de arbitraje neutral, parece estar guiada por criterios geopolíticos que favorecen a Guyana. Mientras Venezuela desgajada por el chavismo enfrenta un escenario incierto, Guyana fortalece su legitimidad internacional y consolida su posición con el respaldo de actores clave.- @humbertotweets

lunes, 3 de marzo de 2025

Trump le ofrece zanahoria y garrote al chavismo

            La estrategia de Donald Trump hacia el régimen de Nicolás Maduro no parece orientarse exclusivamente a su derrocamiento, sino más bien a la aplicación de una política de presión y negociación, con incentivos y castigos, para forzar reformas que atenúen la crisis venezolana y, en consecuencia, reduzcan la migración hacia Estados Unidos.

La reciente negociación liderada por Richard Grenell para la liberación de ciudadanos norteamericanos cautivos en Venezuela y la posterior suspensión de la licencia 41, que permitía a Chevron operar en el país, son ejemplos clave de esta estrategia. A diferencia de la administración de Joe Biden, que había otorgado concesiones al chavismo sin condiciones estrictas, el enfoque de Trump se basa en la reciprocidad y la verificación de compromisos mutuos.

La suspensión de la licencia 41 debe entenderse como un "reseteo" de las relaciones bilaterales. En lugar de continuar permitiendo a Chevron explotar petróleo venezolano sin garantías claras de cambios políticos o económicos, la administración de Trump está reconfigurando las negociaciones. Este ajuste busca que el chavismo realice concesiones concretas, tales como medidas para controlar el narcotráfico, la suspensión de relaciones con grupos irregulares y una política menos alineada con los intereses geopolíticos de China.

De acuerdo con el politólogo y experto en geopolítica Walter Russell Mead, "las sanciones y la diplomacia coercitiva deben ir acompañadas de una vía de salida creíble para el régimen, o de lo contrario solo fortalecen a los actores más radicales". Este principio parece guiar la estrategia de Trump, que ofrece una alternativa al chavismo para tenerlo controlado sin comprometer los intereses de EE.UU.

Un aspecto distintivo de esta estrategia es su independencia respecto a la oposición venezolana. A diferencia de anteriores políticas que buscaban el respaldo y la coordinación con figuras opositoras, la estrategia de Trump pone el foco en la relación directa con el régimen de Maduro. Esto responde a un análisis pragmático: la oposición venezolana está fracturada y carece de una estructura cohesionada que garantice una transición efectiva.

En este contexto, la administración de Trump no busca un cambio de régimen inmediato, sino una serie de acuerdos que aseguren que Venezuela deje de ser un factor de desestabilización regional y una fuente de presión migratoria sobre EE.UU. Si Maduro cumple con estos acuerdos y evita alinearse con actores hostiles a Washington, podría haber una distensión cautelosa que ni mejore ni empeore su situación interna, pero que garantice los intereses de los EE.UU.

El desenlace de esta política dependerá de la reacción del chavismo. Los próximos seis meses serán clave, especialmente mientras Chevron desmonta sus operaciones en Venezuela. Si Maduro no muestra voluntad de negociar en términos favorables a EE.UU., es probable que la administración de Trump refuerce su presión con sanciones más estrictas y una diplomacia más agresiva.

La estrategia de Trump hacia Venezuela es una combinación de presión y pragmatismo, sin una intención inmediata de derrocar a Maduro, pero con el objetivo de forzar cambios que beneficien a EE.UU. y reduzcan la crisis migratoria. La clave de su éxito radicará en la capacidad del chavismo para adaptarse a estas nuevas reglas del juego y en la disposición de Washington para mantener una postura firme y calculada.

Por supuesto, sobra decir que el éxito de esta política no significa necesariamente el éxito de las fuerzas que en Venezuela luchan contra el fascismo chavista del siglo XXI.- @humbertotweets

lunes, 24 de febrero de 2025

El chavismo le vuelve a ganar a la oposición

            Una de las condiciones esenciales para ganar la guerra es un diagnóstico exacto del adversario y una valoración cabal del terreno de combate.  Es lo que en la política equivale a una correcta caracterización del adversario y un desapasionado análisis de la correlación de fuerzas.

            Tanto en la política como en la guerra es muy fácil caer en las tentaciones de la sobrestimación o subestimación del adversario. Ambas son visiones contaminadas de la realidad que conducen a graves equívocos de consecuencias muchas veces irreparables.

Sin embargo, la subestimación de la posición y capacidades del adversario resulta la tentación más frecuente porque se suele emplear como una forma de propaganda para tratar de desmoralizar al oponente y animar a las fuerzas propias. El problema se presenta cuando esa pieza de propaganda es usada como insumo para el análisis político llevando a proyecciones totalmente equivocadas.

En Venezuela la oposición y sobre todo el discurso político de María Corina Machado siempre ha anunciado que estamos en la fase terminal del régimen chavista, que se trata de un sistema agotado y a punto de caer. Esta tesis data de 1999. Pero lo cierto y lo único que se puede verificar históricamente es que a pesar de sus crisis cíclicas y estructurales el chavismo sigue intacto en el poder. Solo los necios pueden negar lo evidente.

Admitir que el chavismo es el gobierno realmente existente en Venezuela es lo que en la práctica han hecho la mayoría de los gobiernos del planeta aunque en el ejercicio de la retórica cuestionen el robo de las elecciones por parte del chavismo el pasado 28 de julio.

Este reconocimiento estrictamente pragmático debería ser una de las claves que a su vez debería asumir la oposición venezolana a la hora de evaluar el fracaso reiterado y sistemático de su fallida estrategia electoral como un inexcusable prerrequisito para formular una nueva estrategia política.

Es decir, aquí no se trata de salir a linchar a quienes reiteran la obviedad de que el chavismo sigue intacto en el poder sino más bien de partir del reconocimiento de esa realidad para trazar un nuevo horizonte de lucha.

El chavismo le sigue ganando a la oposición venezolana no solo porque se mantiene en el poder sino además porque en el desarrollo de su estrategia siempre logra que la oposición acepte sus reglas y siga su juego. Es muy difícil o casi imposible imaginar un escenario en el cual la oposición venezolana le pueda arrebatar el poder al chavismo respetando sus reglas de juego y sobre todo participando de sus fraudes electorales.

Pero además el chavismo le vuelve a ganar a la oposición porque una vez más la logra dividir en firmas que presentan dicotomías falaces. Por ejemplo, la división entre los venezolanos que están dentro y fuera de Venezuela ha sido estimulada por el chavismo y ha permeado en los factores opositores. Así se argumenta falsamente que los venezolanos que están dentro de Venezuela sufren más que los que se fueron por lo que sus posturas políticas proclives a participar en los convites electorales del régimen deben ser celosamente respetadas. En realidad los venezolanos de adentro y los de afuera son víctimas del mismo régimen chavista y de sus mascaradas electorales.

Pero quizás la dicotomía más pérfida aún está planteada con el falso dilema de votar o no. En ese debate está embarcada la oposición venezolana hoy. Luego de 26 años de fraudes y robos electorales debería estar muy claro que la vía electoral es inviable e insostenible como método de lucha para sacar al chavismo del poder. Pero una vez más esta oposición se divide para pelearse las burusas que el régimen les lanza en formas de posiciones clientelares y que aquellos en forma sibilina justifican como puestos de lucha democrática.

El chavismo retiene el poder y le sigue ganando a la oposición venezolana porque esta sigue atrapada haciéndole el juego electoral al régimen chavista. Que María Corina Machado ahora llame a no votar no corrige la situación y solo confirma que haber participado en el fraude electoral del 28J fue un dramático error aunque ahora se pretenda presentar como una victoria simbólica y épica.

En la guerra y en la política las únicas victorias que cuentan son las que se definen materialmente en la lucha implacable por el poder, todo lo demás es pura prosa confinada al reino de la metafísica desde donde es muy difícil influir la realidad.- @humbertotweets 

jueves, 20 de febrero de 2025

Otra vez la oposición enfrenta su miseria electoral

            Nuevamente la oposición venezolana tiene que enfrentar a su peor némesis. No es precisamente el chavismo el enemigo formidable de la oposición venezolana sino su propia falta de claridad para entender la coyuntura y la ausencia de sentido estratégico para construir una visión de largo plazo.

            Como lo argumentamos la semana pasada en las páginas de La Razón, la oposición venezolana les debe a los venezolanos un debate y un balance sobre las estrategias fracasadas en estos 26 años, principalmente la debacle y la bancarrota de la vía electoral.

            Sin ese debate la oposición siempre estará condenada a repetir los mismos errores del pasado, cada vez con mayor intensidad.

            Esta vez el régimen chavista ha convocado a otro de sus acostumbrados fraudes electorales para abril o mayo de este año. Sin haber realizado un necesario balance sobre su participación y logros en las elecciones del pasado 28 de julio la oposición agrupada en la MUD ya habla de participar en el convite electoral.

            Hay quienes proponen en el seno de la MUD presentarle al chavismo unas peticiones para condicionar su participación en esta nueva mascarada electoral. Según se ha informado la intención de este sector es que sabiendo de antemano que el chavismo no aceptará ninguna condición esto justifique llamar a no votar.

  Sin embargo, la mayoría de los factores de la MUD son pensionados por sus propias clientelas que a lo largo de toda Venezuela claman participar en esas elecciones donde el régimen repartirá cargos de alcaldes, concejales y diputados. El argumento es la pérfida falacia de siempre que intenta enmascarar el colaboracionismo con el chavismo como una supuesta lucha por “preservar espacios democráticos”. 

En una Venezuela depauperada en todos los aspectos lo único que estos operadores políticos quieren preservar son los privilegios y cambures derivados de su asociación con el régimen chavista para procurarse un nivel de vida que le es negado a la inmensa mayoría de los venezolanos.

Una vez más la oposición venezolana tiene que enfrentarse a sus propias miserias. La obsesión con la vía electoral le ha cerrado a la MUD completamente el entendimiento y la comprensión de una estrategia de lucha a largo plazo para seguir siempre en modo reactivo frente a las arremetidas del chavismo.

Participar en las elecciones del 28 de julio fue tan solo un error político más en una larga cadena de errores cometidos por la oposición venezolana esta vez liderada por María Corina Machado. El llamado a votar el 28J se hizo sobre la promesa de que el triunfo de la oposición sería reconocido por el régimen chavista y conduciría a una transición.

El fracaso estrepitoso de esta estrategia y el robo descarado de las elecciones por parte del chavismo ha arrastrado a esa oposición a esconderse y justificarse con el argumento de una victoria moral sobre el régimen chavista.

Es inútil esa supuesta victoria moral porque tampoco es cierto que el 28 de julio fue la primera vez que la oposición logró demostrar su triunfo y el fraude electoral del chavismo.  Quizás ahora convenga decir eso para justificar la errática conducción de María Corina Machado, pero el propio Leopoldo López admitió hace unos pocos días que las elecciones del 2013 las había ganado Henrique Capriles Radonski y que la MUD tuvo todas las actas para demostrarlo. Y decirlo al mundo no ayudó mucho.

En el régimen chavista de poco o nada sirve obtener la mayoría de los votos y recolectar las actas que así lo demuestren. Esta es una historia harto conocida por todos los venezolanos, pero aun así la oposición insiste en hacerse parte del circo electoral del chavismo. Es posible que unos lo hagan por ignorancia o confusión, pero para otros ya eso es un inveterado e incorregible mal hábito.- @humbertotweets

lunes, 17 de febrero de 2025

Sobre la irrelevancia del voto en la era chavista

            De las trampas y fraudes electorales que ha perpetrado el chavismo para seguir en el poder en estos 26 años se ha documentado suficientemente. Todo cambió en Venezuela desde que el régimen chavista tomó el control total de todos los poderes públicos incluyendo el electoral. La ausencia de pesos y contrapesos institucionales hace prácticamente imposible aspirar a un cambio político dentro de ese sistema que opera a la media de sus dueños.

            Las elecciones en Venezuela han sido desde 1999 el mecanismo más eficiente de propaganda del que dispone el chavismo para disfrazar su tiranía de democracia. Es mera propaganda porque el sistema en sí está diseñado para siempre dar como ganador a los candidatos chavistas. Pero lo que es peor, si el sistema reporta alguna falla operativa y produce algún resultado indeseado (elección de la AN en el 2015) el Estado chavista dispone de mecanismos jurídico-políticos para corregir inmediatamente esa anomalía.

            Así, entre fundadas acusaciones de fraude electoral, los venezolanos en su mayoría han venido votando sucesivamente desde 1999 sin mayores cambios en el paisaje político los cuales no van más allá de algunas burusas adjudicadas a la oposición electoral, un gobernador aquí, un concejal allá y así.

            La erosión electoral del chavismo ha tocado a sus propias bases clientelares que menguadas y depauperadas como el resto de los venezolanos ya tampoco tienen incentivos para arrastrarse a los pies de sus amos y ofrendarles el voto. Los alucinantes resultados que anuncia el CNE chavista en las consultas electorales donde solo participa el chavismo contrastan con la escuálida participación.  El régimen chavista jamás ha podido explicar cómo en el referéndum para el Esequibo y en la consulta para elegir a los jueces de paz con centros de votación vacíos pudieron votar más de 10 millones de personas.

            Las clientelas chavistas no solo ya no salen a votar sino que cuando lo hacen pueden al igual que el resto de los venezolanos votar por un candidato opositor como ocurrió el pasado 28 de julio. Pero aquí nuevamente el estado chavista vuelve a intervenir para corregir la situación y enmendar un resultado adverso adjudicándole el triunfo al candidato perdedor Nicolás Maduro, sin ni siquiera contar los votos y menos aún tener que mostrar ninguna acta que así lo demuestre.

            Este es un fraude electoral continuado y sistemático al que estamos acostumbrados los venezolanos desde 1999. Con ese no hay novedad. Pero hay otro fraude electoral más pérfido y sinuoso. Uno que se presenta como la salvación y ha resultado la vía más segura al infierno chavista. Es el fraude perpetrado por aquellos que saben que las elecciones controladas por el chavismo no conducen a ningún cambio político pero aun así insisten en promover la salida electoral como la única viable para enfrentar al chavismo.

            Estos estafadores justifican su postura como la única válida para enfrentar al chavismo y se niegan a aceptar la evidencia histórica de estos 26 años de fraudes electorales chavistas. Cuando se les muestra la debilidad de su argumento siempre se refugian en el falso dilema de “elecciones o salida violenta” frente al cual la vía electoral aunque ayude a perpetuar las cadenas chavistas luce como la más racional.

            Pero se trata de un falso dilema que pretende sorprender incautos para arrastrarlos a la tesis del voto como “el mal menor”. Hay una cantidad de alternativas y métodos de lucha que sin ser violentos tampoco sugieren ir a votar como un ejercicio ridículo y simbólico en una tiranía que no respeta ni siquiera su propia legalidad.

            Está la trampa electoral que ejecuta el régimen chavista para robarse las elecciones y justificar el crimen con su sistema legal. Pero también está la trampa electoral de una oposición que se aferra al voto como la única forma para enfrentar al chavismo a sabiendas de su inviabilidad.

            Votar en la era chavista ha resultado tan intrascendente para sacar al chavismo del poder que mientras la oposición se acostumbró a votar para decir que hace algo ya los chavistas cansados de “ganar” las elecciones se preparan para la nueva etapa. Esta será una donde se ahorren todas las molestias asociadas al voto en términos de tiempo y recursos. Será la nueva democracia chavista con elecciones de segundo y tercer grado para elegir a los poderes públicos como ocurre en Cuba.

            Y veremos a la redomada oposición electoral amaestrada y acostumbrada a votar llamando a participar en esas elecciones de delegados. Y seguro dirán en los próximos 30 años que la única forma de salir del chavismo es votando, aunque las elecciones se hagan en las sedes del PSUV, sin secreto y con delegados.- @humbertotweets

jueves, 13 de febrero de 2025

Las deudas pendientes de la oposición

            Desde 1999 la oposición venezolana se ha abrazado mayormente a la tesis de la vía electoral para salir del chavismo. Esta estrategia ha tenido algunas modificaciones en estos 26 años marcadas por un patrón de conducta que en algunos casos ha llevado a llamar a la abstención, en otros a acompañar aventuras militaristas para finalmente regresar a la vía electoral y repetir el ciclo.

            En el ínterin entre una elección y otra casi siempre se realizan negociaciones con el régimen chavista con la esperanza vana de que este de alguna forma acepte modificar las reglas de juego para entregar el poder. Las promesas de elecciones libres y transparentes siempre quedan burladas por una razón u otra. Pero aun a pesar de una experiencia acumulada de 26 años de fraudes y robos electorales la oposición agrupada en la MUD y que hoy lidera María Corina Machado siempre termina regresando a la talanquera electoral.

            El eje de poder de lo que hoy se conoce como la MUD/Plataforma Unitaria ha cambiado de manos y de liderazgo en estos años. Desde Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo, Primero Justicia y Voluntad Popular, pasando por Manuel Rosales, Henrique Capriles hasta llegar hoy a María Corina Machado la estrategia de apostar a un cambio de régimen político por la vía electoral se ha mantenido inalterable.

            Siempre será importante mencionar recordar el caso de María Corina Machado quien fue la abanderada por excelencia de no participar en elecciones fraudulentas para no cohonestar las trampas electorales del chavismo para finalmente tener que sucumbir a las tentaciones de la salida electoral. Si Machado ahora regresa a la tesis de no participar en las elecciones que el chavismo convoca para Abril del 2025 entonces tendría que ser ella misma quien admita el fracaso de su jugada política al apostar a la salida electoral con un régimen que no respeta ni siquiera su propia legalidad. Algo que ella ya sabía muy bien desde hace mucho tiempo.

            Y cómo para esa oposición venezolana siempre lo urgente mata lo importante jamás hay el tiempo ni la disposición para hacer un balance de las estrategias aplicadas. De una coyuntura electoral se mueven a la siguiente, de una negociación con el chavismo siguen a la otra y así entre una urgencia y otra nunca rinden cuentas ni aceptan discutir sobre el fracaso reiterado y sistemático de la misma estrategia con muy pequeñas modulaciones a lo largo de estos 26 años.

            Pero la alegría y el desprecio que la oposición electoral venezolana siente por la rendición de cuentas no solo aplica a las estrategias fracasadas. Ya en la época del también fracasado interinato de Juan Guaidó se vio como ese mamotreto político, que jamás alcanzó la categoría de gobierno, manejó a discreción recursos derivados de los activos de Venezuela en el exterior y de las donaciones internacionales para ayuda humanitaria. Tema que hoy está en el tapete a propósito del dinero que la USAID le otorgó a organizaciones vinculadas al interinato y a la oposición venezolana. Esta discrecionalidad hundió al hamponato interino en escándalos de corrupción sin sentirse obligado a rendir cuentas de los recursos manejados.

            La oposición electoral ha engañado a los venezolanos al hacerles creer que ante la barbarie del chavismo el solo presentarse como opción ya es suficiente para absolver todas las culpas de una dirigencia política que en su calidad moral no se diferencia mucho de la chavista. Una dirigencia política que insiste en copiar los códigos morales de su adversario jamás tendrá la fuerza moral para presentarse como alternativa frente a lo que dice combatir.

            La derrota política y cultural del chavismo comienza por erradicar conductas laxas frente a la corrupción y la deshonestidad que hoy son prohijadas y cultivadas por la oposición electoral venezolana.- @humbertotweets

lunes, 10 de febrero de 2025

El regalo de Trump no fue la visita de Grenell

            La diplomacia internacional que ha mostrado interés por la situación de Venezuela también ha encontrado un cómodo subterfugio para reconciliar la beligerante retórica de la esperanza con la implacable realidad. La mayoría, si no la totalidad, de los países que dice apoyar la liberación de Venezuela del chavismo dice no reconocer al gobierno de Nicolás Maduro que se robó las elecciones a plena luz del día el pasado 28 de julio.

Pero estos mismos países en la práctica reconocen y se entienden con el gobierno realmente existente en Venezuela que es el que preside Maduro. La observación la hacemos sin ánimo de crítica porque cada país tiene que resolver cómo lleva adelante sus relaciones con el régimen chavista sin atender a otros intereses que los propios. Mucho se podría decir sobre los derechos humanos y la urgencia en detener el avance de la tiranía chavista pero al final no son los intereses de los venezolanos los que determinarán esas políticas de otros estados sino su propio enfoque geopolítico.

Esto es lo que en forma acertada definió el filósofo español Gustavo Bueno como la dialéctica de estados o la inevitable confrontación de los intereses de unos estados contra otros.

Incluso los estados Unidos de Norteamérica bajo la presidencia de Donald Trump ha iniciado una política que encaja perfectamente en esta caracterización que se define por un no reconocimiento en el plano retórico al régimen de Nicolás Maduro (Marco Rubio dixit) y un reconocimiento en la práctica al gobierno realmente existente con el cual se negocia la liberación de rehenes norteamericanos y la repatriación de los miembros del Tren de Aragua. Aunque la conservación resulte redundante hay que decir que Richard Grenell no se reunió con Edmundo Gonzalez, el presidente supuestamente reconocido internacionalmente ni con María Corina Machado para discutir estos asuntos.

Y esto es así porque hay un reconocimiento formal y de hecho que en este momento el poder político y militar realmente existente en Venezuela está en manos del chavismo que comanda Nicolás Maduro.

Consecuente con la política y enfoque de todos los funcionarios de Trump sobre Venezuela Richard Grenell al relatar su encuentro con Maduro en Caracas refirió que le habría dicho al chavista “…te estamos dando un gran regalo, y el gran regalo es que estoy aquí sentado contigo, tienes todo tipo de cámaras alrededor y vas a usar esto con fines propagandísticos..” Pero no, el regalo de Trump al chavismo no fue en encuentro público con Nicolás Maduro para que este lo usara con fines de propaganda. El obsequio que Trump le está dando al régimen chavista es el reconocimiento material y formal a su Estado, es la disposición de tratarlo como par, a pesar de sus desmanes, en la medida en que el chavismo cumpla sus compromisos. Es un regalo que viene acompañado de detalles, condiciones  y pies de página cuya violación no será resuelta con amenazas sino con acciones puntuales.

Ya a estas alturas el chavismo debe haber calibrado que negociar con Trump no es igual a negociar con Biden. Solo el tiempo dirá si podrán beneficiarse del regalo o no.-@humbertotweets

jueves, 6 de febrero de 2025

La MUD no está en la agenda de Trump

            El enviado del presidente Donald Trump para negociar con el régimen chavista de Nicolás Maduro ha admitido que la visita y negociación constituyen un regalo para el chavismo. Al mismo tiempo Grenell defendió las bondades de la diplomacia y la negociación directa para avanzar en este caso se refería a la liberación de seis ciudadanos norteamericanos detenidos en Venezuela y usados como piezas de canje con los Estados Unidos.

            Sobre el encuentro entre Grenell y Maduro hay varias cosas que subrayar. La primera es que a diferencia del gobierno demócrata de Joe Biden el enfoque de Trump será abordar cualquier negociación y conversación con el chavismo en forma pública y sin intermediarios.

            Las negociaciones entre Biden y el chavismo siempre estuvieron marcadas por la opacidad y la incertidumbre de lo negociado. Nunca se produjeron declaraciones formales y detalladas de los acuerdos logrados, tan solo informaciones genéricas de encuentros realizados prácticamente a escondidas de los ciudadanos venezolanos y norteamericanos.

            Nada que ver con la visita pública que Grenell le hizo a Maduro para lograr específicamente la liberación de los ciudadanos norteamericanos y admitir que la visita misma era un regalo para Maduro. Richard Grenel aludía que el gobierno de Trump era consciente de que Maduro usaría el encuentro con fines de propaganda, pero aun así el encuentro se llevaría a cabo y en forma pública sin nada que esconder ante los interesados en estos asuntos.

            En este punto habría que matizar que el regalo que el gobierno de Donald Trump le estaría obsequiando al chavismo no es simplemente una foto sino el reconocimiento formal a un gobierno que la mayoría de los países considera que se robó las elecciones. Es ese reconocimiento aunque sea por la vía de los hechos el que el chavismo siempre busca de parte de otros estados.

            El otro aspecto que debe llamar la atención es que a diferencia de la administración de Biden la de Trump no se estaría coordinando con la MUD ni con María Corina Machado para adelantar estos encuentros. Esto es relevante porque define el grado de autonomía y pragmatismo de la política de Donald Trump hacia Venezuela.

            El distanciamiento del gobierno de Trump con la oposición electoral venezolana que lidera María Corina Machado es evidente e ignorarlo seguirá empujando a esa oposición a cometer más desaciertos. Esto no quiere decir que en el futuro Trump cambie sus tácticas y decida establecer un nivel de coordinación que ciertamente hoy no existe a pasar de los esfuerzos infructuosos que han hecho Edmundo Gonzalez y María Corina Machado para asegurar que la administración de Trump los tiene en cuenta a la hora de trabajar el tema Venezuela.

            Se puede especular sobre las razones que privan para que Donald Trump se desmarque de la oposición electoral venezolana tipo MUD que él mismo alentó en su primer gobierno al ser el primer presidente en reconocer al gobierno interino de Juan Guaidó. Mucho ha pasado desde entonces pero nada se ha traducido en el debilitamiento del régimen chavista. Sin embargo, sería más acertado atribuir el cambio a los intereses particulares de los Estados Unidos que a una valoración de las estrategias políticas aplicadas por la oposición venezolana y sus resultados.

            No se puede perder de vista que por razones geopolíticas los Estados Unidos de Norteamérica siempre serán un aliado del pueblo venezolano en su lucha por liberarse de la tiranía chavista. Pero el grado de intervención de los Estados Unidos en esta dinámica dependerá del alineamiento de los intereses de Venezuela con los de los EEUU y no viceversa.- @humbertotweets

lunes, 3 de febrero de 2025

Trump se desmarca de la oposición electoral venezolana

La reciente visita de Richard Grenell a Venezuela ha generado diversas interpretaciones sobre la nueva política de Donald Trump hacia el chavismo. Este enfoque, caracterizado por no reconocer formalmente a Nicolás Maduro, pero al mismo tiempo negociar temas de seguridad y derechos humanos, plantea interrogantes sobre su impacto en la situación política venezolana. En particular, la estrategia de Trump parece centrarse en la repatriación de miembros del Tren de Aragua, la liberación de presos norteamericanos y la suspensión de compras directas de petróleo a Venezuela, lo que sugiere un pragmatismo que se aleja de la tradicional política de sanciones ligeras y aisladas.

Uno de los aspectos más llamativos de esta política es su desvinculación de la oposición venezolana. A diferencia de administraciones anteriores, Trump ha optado por mantener independencia respecto a los actores opositores tradicionales, e incluso marcar diferencias con ellos. Esta postura podría interpretarse como un reconocimiento de la debilidad de la oposición o como una estrategia para evitar el desgaste político de respaldar a líderes que han fracasado en generar cambios sustanciales en el país.

La paradoja de esta estrategia radica en su doble filo. Por un lado, al no reconocer formalmente a Maduro y mantener sanciones sobre el petróleo venezolano, Trump evita otorgarle legitimidad internacional. Por otro lado, al negociar directamente con el chavismo en asuntos de interés bilateral, abre un canal de comunicación que podría ser aprovechado para influir en la dinámica interna del régimen. Este enfoque pragmático podría tener efectos positivos si logra debilitar la cohesión del chavismo, generar fisuras internas y fomentar una transición gradual.

La clave está en determinar si esta política puede realmente sentar las bases para un cambio político en Venezuela. En este sentido, el distanciamiento de Trump de la oposición tradicional electoral podría ser un elemento positivo. En lugar de respaldar a los partidos tradicionales, que han perdido credibilidad y capacidad de movilización, esta estrategia podría estar orientada a la conformación de nuevos ejes opositores. Sindicatos, organizaciones sociales y movimientos ciudadanos podrían convertirse en actores centrales de una renovada oposición con mayor arraigo popular y fuerza organizativa. Si esta estrategia se consolida, podría representar una alternativa viable para canalizar el descontento y generar una presión interna que favorezca una transición política.

Sin embargo, este enfoque también tiene riesgos. Negociar con el chavismo sin un plan claro para el cambio político podría terminar fortaleciéndolo, como ha ocurrido en el pasado con otros intentos de diálogo.

La estrategia pragmática de Trump en Venezuela representa una ruptura con las políticas tradicionales de presión sin diálogo. Su efectividad dependerá de cómo se gestione la relación con el chavismo y de si se logra convertir la negociación en un medio para impulsar una transición política real apoyada en sindicatos y organizaciones sociales y no en partidos tradicionales. A corto plazo, esta política podría tener resultados limitados, pero a largo plazo podría convertirse en una vía alternativa para alcanzar el cambio que Venezuela necesita.- @humbertotweets

jueves, 30 de enero de 2025

El chavismo no garantiza la paz en Colombia

            Los métodos gansteriles que usa el chavismo en Venezuela para seguir en el poder constituyen un grave problema para sus aliados en la región. Y es que gobiernos como el de Lula en Brasil y Petro en Colombia quisieran seguir usufructuando los beneficios económicos de flotar en la órbita chavista pero sin el costo de ser asociados a un régimen que se roba las elecciones para continuar en el poder.

            No es por pudor político que Lula y Petro se han distanciado públicamente de las ostras del chavismo en Venezuela sino más bien por la presión interna que reciben en sus propios países de sus coaliciones políticas que no aprueban los métodos políticos del chavismo.

            Brasil ha ejercido una posición con más libertad e independencia frente al chavismo porque en realidad no tiene lazos de dependencia con el régimen venezolano y hasta va en camino a consolidar una alianza militar con Guyana que en el futuro cercano podría convertirse en un verdadero dolor de cabeza para el chavismo.

            El caso de Colombia no es igual porque además de los negocios que operan entre ambos gobiernos el régimen chavista es garante en los negocios de paz que el gobierno colombiano lleva adelante con grupos guerrilleros y en especial con el ELN.

            Esta posición es de particular importancia e influencia si se toma en cuenta que el régimen chavista mantiene al mismo tiempo alianzas operativas con grupos como el ELN a quienes trata como aliados para controlar las rutas del narcotráfico en la frontera con Colombia.

            Es esta posición de garante en las negociaciones con el ELN la que el chavismo ha hecho valer frente a Petro a la hora de exigirle moderación en cuanto a su postura frente a las elecciones del pasado 28 de julio de 2024.

            A Gustavo Petro le ha tocado que hacer una serie de maromas políticas para desmarcarse del robo de las elecciones que perpetró el chavismo el 28J, complacer a los Estados Unidos en su postura frente a Venezuela y salvar las negociaciones de paz con el ELN que están en manos del régimen chavista quien a su vez trata a la guerrilla del ELN como aliados militares.

            En las semanas posteriores al 28J cuando Petro y su Canciller exigen al chavismo mostrar las actas de las elecciones desglosadas por mesa el chavismo en la voz de operadores como Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez no dudaron en amenazar abiertamente a Colombia con intervenir en su conflicto interno para influenciar la posición de su gobierno.

            Los enfrentamientos entre el ELN y las disidencias de las FARC ocurridos hace unas semanas en la zona del Catatumbo en Colombia no pueden verse como hechos aislados del contexto explicado anteriormente. En las luchas que libran las guerrillas del ELN y las disidencias de las FARC por el control de amplias zonas en la frontera colombo venezolana el régimen chavista no ha dudado en alinearse con el ELN lo cual ha sido decisivo para la derrota de la disidencia de las FARC y su expulsión del área.

            Aunque ambos gobiernos se proclamen de izquierda, en algún momento el gobierno de Gustavo Petro tendrá que redefinir su postura frente al gobierno de Nicolás Maduro que parece usar su alianza con el ELN como una forma de intervenir directamente en la política colombiana e influenciar su posición frente a Venezuela. @humbertotweets

lunes, 27 de enero de 2025

Participar o no en las elecciones del 2025

            Para una oposición a la cual el chavismo en estos 25 años le ha arrebatado todos los triunfos que le da la gana esto no debería ser un asunto dilemático. Pero lo es.

Todos los sectores que conforman la Oposición/MUD incluido el de María Corina Machado están sopesando las bondades y costos de participar en las mega elecciones que convocará el chavismo para el 2025.

No resulta fácil considerar ir a otras elecciones con el chavismo con el último precedente electoral en el cual el régimen chavista perpetró un asalto a mano armada a plena luz del día.

Participar en las elecciones que hará el chavismo este año significa aceptar de antemano no sólo las  engañosas reglas de juego sino el mismo resultado electoral que fácilmente se puede adivinar.

La pregunta debería ser porque a la luz de los fraudes electorales y robo de elecciones ejecutados por el chavismo la oposición MUD y ahora con el acompañamiento de María Corina Machado insiste en que la única forma de enfrentar al chavismo es hacerle el juego a sus farsas electorales.

Esta oposición siempre ha sido solícita y diligente a la hora de defender la vía electoral y descartar otras formas de lucha. Y no precisamente por un ejercicio de prudencia política sino más bien de ignorancia y complicidad.

Quienes argumentamos en contra de la fracasada vía electoral proponemos explorar otros métodos de lucha política que nos saquen de este laberinto electoral sin sentido y sin salida. Pero los  epígonos de esa oposición siempre descalifican cualquier opción que no sea la electoral con el falso argumento que las alternativas serían necesariamente violentas.

Y esto en realidad no es así. Es cierto que hoy no hay condiciones para concretar una salida de fuerza del régimen chavista como resultado de presiones internas o externas o una combinación de ambas. Pero esta constatación no justifica por sí misma la vía electoral como la única para enfrentar al chavismo  como neciamente insiste la oposición/MUD.

La oposición venezolana le debe al país un debate y rendición de cuentas sobre el fracaso de la vía electoral como fórmula para salir del chavismo. Ese debate no debería necesariamente desembocar en opciones voluntaristas, espontáneas y suicidas. Pero sí debería ser la base para explorar nuevas formas de resistencia que se desmarquen de las falsas esperanzas electorales sin caer en el aventurerismo como forma de lucha.

Una oposición con criterio político estaría debatiendo estos asuntos hoy y no estaría perdiéndose en la inútil discusión de ir o no a las elecciones del 2025. En realidad el problema que se debería abordar no es si participar o no participar en la nueva farsa electoral del chavismo sino más bien cómo articular una estrategia de resistencia de largo plazo que permita enfrentar con éxito al chavismo y eventualmente sacarlo del poder.-@humbertotweets

jueves, 23 de enero de 2025

La guerra que podría derrocar al chavismo

            Desde hace varios años hemos argumentado en las páginas de La Razón que en Venezuela el chavismo solo saldrá del poder por vías de fuerza, jamás por elecciones.

            Esta tesis que se puede ser etiquetada de irresponsable, tremendista y alucinante tiene fundamento en la caracterización que hemos hecho del Estado chavista como una entidad que en sustitución del Estado nacional venezolano tiene el control absoluto del poder político y militar en Venezuela.

            Con un tinglado jurídico-legal soportado en la constitución de 1999 y la disposición de las fuerzas militares y policiales al servicio del régimen es imposible encontrar formas institucionales para lograr el cambio jurídico dentro de ese régimen político.

            El Estado chavista sigue los pasos del Estado cubano para eternizarse en el poder y si no hay nada que afecte la estructura de ese ecosistema militar el resultado, como ya se puede apreciar, será muy similar a del Cuba donde la mafia castrista ya pasó los 65 años de tiranía.

            Pero también hemos dicho en La Razón que en la actual coyuntura no se perciben signos de ruptura interna o de presión internacional que empujen a una salida de fuerza en Venezuela.

            En la estructura militar, principal componente del Estado chavista, hay grupos, carteles y mafias pero definidos por el reparto del botín no por su postura política frente al régimen a que sirven y menos aún por su defensa de las formas democráticas. A esto se suman purgas que periódicamente hace el régimen para neutralizar a todos aquellos oficiales militares que, aun sin ser enemigos del régimen, no se comportan con el grado de incondicionalidad y fanatismo que se espera.

            Así, la ruptura militar interna no parece hoy una fórmula para desbancar al régimen chavista y podría no serlo nunca por el grado de deterioro y corrupción en que se encuentran esas fuerzas militares.

            La presión internacional se ha limitado a la condena diplomática y a la aplicación de unas leves sanciones que no afectan al régimen chavista pero que son usadas por su aparato de propaganda para justificar su dramático fracaso ante sus propias clientelas. Mientras no exista un Estado dispuesto a declararle la guerra al régimen chavista como lo hizo Alemania con el régimen de los Zares en Rusia será imposible ver una presión internacional efectiva contra el chavismo, suficientemente fuerte como para sacarlo del poder.

            Entonces ¿qué opciones quedan? La falsa oposición electorera invocando su legítimo derecho a sobrevivir el linchamiento moral y físico no tiene otra salida que refugiarse en el esquema de la nueva normalidad propuesto por el chavismo. Tendrán que aparearse con el régimen si no quieren perecer y esto quizás hasta obligue a un entendimiento entre las facciones de los partidos intervenidos judicialmente para ir juntos, agarrados de la mano, a las elecciones  del 2025 y hasta para apoyar la reforma a la Constitución de 1999.

            Pero también hemos argumentado que la estructura político-militar del estado chavista que es muy eficiente y efectiva para linchar a ciudadanos civiles desarmados no tiene las capacidades ni las fortalezas para defender la integridad del territorio y menos aún para enfrentar una amenaza militar externa.

            La posibilidad de que en los próximos años la Corte Internacional de Justicia tome una decisión desmembrando el Esequibo del territorio venezolano le planteara al endeble y frágil Estado chavista el dilema de responder militarmente o no al despojo. En este artículo no vamos a discutir el fondo de la controversia territorial, solo diremos, como también lo hemos explicado en esas páginas, que esta sería una decisión sin ningún fundamento jurídico ni histórico sino más bien atendiendo a motivaciones de tipo geopolítico de las potencias que controlan e influyen en la CIJ.

            El chavismo podría intentar responder a la agresión con un ejército débil y desorganizado incapaz de sostener acciones militares de guerra por más de 8 horas frente a una coalición militar internacional alineada con Guyana. Esta segura derrota militar terminaría con el descabezamiento, por vía de fuerza, del chavismo.

También hay otra posibilidad. Que el chavismo, consciente como lo es de sus propias debilidades militares, decida enfrentar el despojo por la vía diplomática sin arriesgarse a provocar una intervención militar internacional que sería letal. Esta alternativa quizás podría generar un reacomodo dentro de las fuerzas militares del régimen si es que aún queda alguna fibra patriótica en esos oficiales. Pero de esto no hay garantía porque las nuevas generaciones de militares chavistas han demostrado una extraordinaria disposición al servilismo y la corrupción.

De una u otra forma, el chavismo no podrá ser indiferente ante la posible pérdida del Esequibo en el marco de un eventual enfrentamiento militar a escala internacional que, dependiendo del grado de entreguismo, podría decidir o no el destino de un régimen político que ha, literalmente, descuartizado a Venezuela.- @humbertotweets