La
nueva reforma constitucional propuesta por el chavismo para 2025 no es más que
un intento de consolidar su dominio absoluto sobre Venezuela, siguiendo la vía
de la dictadura cubana. Al igual que en la isla, la élite gobernante busca
alterar la estructura fundamental del Estado para reemplazarla por un modelo de
poder vertical, controlado desde el Ejecutivo, donde la soberanía popular se
diluye en un entramado de “comunas” diseñadas para reforzar la hegemonía del
partido en el poder.
Este proyecto
no es nuevo. Desde la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999, el chavismo ha
intentado transformar la democracia venezolana en un régimen de partido único,
siguiendo el modelo de la Revolución Cubana. Sin embargo, la Constitución de
1999, aunque impregnada de ideología socialista, aún mantenía formalmente
principios de separación de poderes y representación política, aunque su
efectividad en los últimos años ha sido prácticamente nula. La propuesta de
reforma de 2025 busca finalmente eliminar estos obstáculos para sustituir el
Estado de Derecho por el Estado Comunal,
una estructura que, lejos de darle poder al pueblo, lo somete a un sistema de
control totalitario.
El proyecto
del Estado Comunal guarda una dramática similitud con el modelo cubano de
organización política. En Cuba, el Partido Comunista es la única entidad con
capacidad real de decisión y poder. Las estructuras de base, los llamados
"Órganos del Poder Popular", no son otra cosa que instancias
controladas por el partido para legitimar sus decisiones sin que haya una
verdadera pluralidad política.
El chavismo
pretende replicar esto en Venezuela mediante la eliminación de los gobiernos
municipales y regionales electos por voto popular, reemplazándolos con
"comunas" y "consejos comunales" con un sospechoso tufo
“asambleario”.. Bajo esta estructura, las instancias de poder no responderían a
los ciudadanos, sino a designaciones directas del Ejecutivo, replicando la
estructura piramidal del sistema cubano, donde todo poder emana de la cúpula
del partido y desciende sin permitir disidencia.
Otro
paralelismo clave es la sustitución de la democracia representativa por un
simulacro de democracia participativa. En Cuba, el régimen justifica la
ausencia de elecciones competitivas con la idea de que la "democracia popular"
se ejerce a través de asambleas controladas. El chavismo intenta imponer la
misma lógica: sustituir alcaldes y gobernadores electos por estructuras
comunales controladas desde el PSUV, eliminando así cualquier atisbo de
pluralismo político.
A pesar de las
similitudes, existen diferencias marcadas entre el Estado Comunal chavista y el
sistema cubano. Mientras que en Cuba el Partido Comunista logró construir una
estructura de control cohesiva, en Venezuela el chavismo se enfrenta a la
corrupción desbordada, el colapso institucional y la fragmentación del poder
dentro del propio régimen.
En Cuba, el
aparato de seguridad y represión es monolítico y eficiente. En Venezuela,
aunque la represión es brutal, la estructura de poder es más caótica, con
múltiples facciones dentro del chavismo compitiendo por el control de recursos
y territorios. La imposición del Estado Comunal no garantiza automáticamente un
dominio total del país; más bien, puede profundizar la crisis política al
agravar la desconexión entre el gobierno y la sociedad.
Otro factor
diferencial es el rechazo popular. En Cuba, tras décadas de adoctrinamiento y
represión, gran parte de la población ha sido sometida a una resignación
forzada. En Venezuela, en cambio, el chavismo enfrenta un desgaste evidente y
una resistencia activa de la sociedad. La eliminación de los gobiernos locales
generará un choque inevitable con sectores que, aunque no opositores, dependen
del clientelismo regional para sobrevivir.
La instalación
del Estado Comunal no es más que una etapa dentro del proceso de degeneración
del régimen político venezolano, que comenzó con Hugo Chávez en 1999 y ha
evolucionado con fluidez hacia un fascismo
de nuevo tipo. A diferencia de las dictaduras militares tradicionales o del
comunismo ortodoxo, el chavismo ha desarrollado un modelo híbrido donde el
Estado se disuelve en redes de poder informales, el liderazgo se perpetúa a
través del control absoluto de las instituciones y la represión se combina con
estrategias de cooptación social.
Si el chavismo
en su etapa inicial apelaba a la democracia plebiscitaria y a una retórica de
justicia social para consolidar su poder, hoy se despoja de cualquier disfraz
ideológico para transitar hacia un autoritarismo
corporativista, donde las estructuras comunales no son más que un mecanismo
de disciplina social y vigilancia política. Como en los regímenes fascistas
clásicos, el chavismo busca suplantar la estructura tradicional del Estado por
un sistema basado en la lealtad incondicional al líder, eliminando cualquier
espacio de autonomía institucional.
El colapso
económico, la crisis de legitimidad y el aislamiento internacional han obligado
al chavismo a acelerar su transformación hacia un modelo de dominación
totalitaria, donde el Estado Comunal actúa como la base de un sistema de
control absoluto. Esta no es una simple reforma administrativa, sino el paso
final hacia un régimen que no solo busca perpetuarse en el poder, sino que lo
hace desmantelando por completo la posibilidad de una restauración democrática.
Venezuela no
está simplemente ante una tiranía, sino ante la consolidación de un fascismo tropical, donde el poder se
ejerce desde estructuras informales, la soberanía popular es sustituida por
mecanismos de control vertical y la represión política se justifica con una
retórica de guerra permanente. El Estado Comunal es solo la fase más reciente
de este proceso de degeneración, que no busca gobernar, sino dominar. Y en ese
camino, la nación venezolana se enfrenta a la encrucijada final: resignarse o
resistir.
Si la vía
lógica es resistir, entonces la pregunta que corresponde es ¿y cómo? @humbertotweets